Líderes generosos

LOS LÍDERES GENEROSOS

Autor: Sofía Unda, Ph.D.
Founder and Director -  ELO- Institute

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Executive Professor

 

 

 

Me inquieta el reduccionismo y la frialdad con la que algunos profesionales que he conocido analizan ciertos problemas y, en consecuencia, toman rápidas decisiones que requerirían de una reflexión mucho más elaborada. Dudo de si este ejercicio lo hacen así por incompetencia, “daltonismo ético”, pereza mental, cierto sentido equivocado de la lealtad hacia alguien o, simplemente, viene a ser una clara falta de interés, responsabilidad y empatía hacia las personas y sus circunstancias. Son profesionales que habitualmente exponen sin complejos públicamente sólidos argumentos sobre la importancia de actuar por el bien común, generar ese win-win mutuamente beneficioso que, para ser francos, sólo abanderan cuando no tienen el suficiente poder para imponer unilateralmente sus propias condiciones. Pero sorprende mucho su marcada incoherencia cuando nos adentramos en el implacable mundo de la praxis en el que irremediablemente visualizas cómo se comportan teniendo como referencia motivaciones bien distintas a las que exponen en sus discursos públicos y que tienen más que ver con su propio interés personal, el crecimiento ilimitado de sus egos, un beneficio económico, el mantenimiento de su poder y estatus profesional.

Son tantas las personas que he conocido que actúan de esta manera en la práctica -en todos o en la mayoría de sus ámbitos vitales- que, a veces, me han sobrevenido momentos de “confusión sobre el rumbo vital” con el que personalmente me he comprometido; instantes que te hacen caer en la trampa de pensar -con cierta vergüenza, pereza y apocamiento- que realmente no vas a llegar a ningún lado si sigues nutriéndote de lo que algunos entienden que son entelequias, utopías, ideales, fantasías e invenciones muy alejadas de la realidad empresarial que impera ahí fuera. Un lugar donde triunfa la ley del más fuerte, un relativismo en el que todo vale, el beneficio y la avaricia sin límite, o lo que considero como la época de la mediocridad donde se produce una alarmante guerra silenciosa en contra del talento (ético), el pensamiento crítico y la creatividad e innovación disruptiva que tiene mucho que ver con la molesta e inoportuna diversidad.

Mi hipótesis para explicar esta “oculta realidad” tan explícita y evidente que todos hemos sentido y vivido en nuestra trayectoria profesional, es que no hay demasiados líderes generosos ocupando puestos estratégicos porque, en caso contrario, el impacto derivado de la gestión del talento sería bien diferente. Nadie se sentiría aplastado por brillar, sino todo lo contrario y, por supuesto, ninguno de nosotros tendría ese dilema perturbador cuando se trata de actuar por imperativo ético sin jugarse el puesto de trabajo con el que se sobrevive en estos tiempos de incertidumbre. Hace poco me entrevisté con un directivo que me confesó que su única opción para sobrevivir en la organización y no irse directo a la cola del paro era volverse un mediocre, porque según él las organizaciones lejos de premiar el talento y la innovación lo que reclaman es una obediencia ciega que no incomode el ego de sus colegas y no desencadene su temida hipersensibilidad.

Generosidad proviene del latín generosĭtas, generositātis, formada por gen (engendrar, dar a luz, raza, estirpe, familia), el sufijo oso (que indica abundancia) y dad (que indica que es una cualidad). Generosus, según los romanos, significaba “de buena raza” (genus/generis) y, en segundo lugar, prolífico y fecundo. Desde su origen, ser generoso se asocia con alguien que tiene la cualidad de generar en abundancia y dar vida, perseguir o apoyar un buen propósito sin recibir nada a cambio. Esta cuestión está íntimamente relacionada con todos los líderes virtuosos que he conocido en mi trayectoria profesional y, desde mi punto de vista, es una cualidad clave puesto que la generosidad va indefectiblemente asociada al nivel de altruismo y bondad de una persona. Y la bondad es el cimiento de lo más importante para cualquier organización: su sostenibilidad, propósito, productividad y reputación.

Hace poco leí un artículo que me dio luz cuando esos momentos de “confusión sobre mi rumbo vital” se sobrevinieron sin piedad.  Decía en esta reflexión que “la bondad es el punto más elevado de la inteligencia” y que «la base de un cerebro sano es la bondad». En esta línea también señalaba Howard Gardner que “una mala persona no llega a ser nunca un buen profesional”.  Y de verdad que me emociono al leer cosas así, porque son cuestiones que no se abordan por desconocimiento y que necesariamente hay que poner encima de la mesa con el fin de examinarlas, igual que se evalúan las políticas de Prevención de Riesgos Laborales o las Normas ISO 9000, por poner ejemplos sencillos.

Siempre he considerado que la virtud de la generosidad es un indicador clave para medir la inteligencia -en sentido amplio- y la capacidad de un profesional para producir resonancia, compromiso y buenos resultados. Les invito a evaluar a través de este pequeño cuestionario su nivel de generosidad como líder. Las respuestas deben contener, no sólo un mero valor cuantitativo, sino evidencias concretas de ese comportamiento en la práctica que justifiquen ese valor.

  • ¿Empatizo y me anticipo a las necesidades de mis colaboradores?
  • ¿Me preocupa el desarrollo de las personas con las que trabajo? ¿Qué hago en la práctica para garantizar que las personas se desarrollan?
  • ¿Participo y/o pongo en marcha proyectos o iniciativas que contribuyan a mejorar la calidad de vida y la satisfacción de todos los grupos de interés?
  • ¿Qué sacrificaría personalmente por ayudar a alguien que me necesita? Y, ¿Qué no sacrificaría bajo ninguna circunstancia por nadie?
  • ¿Qué hago en mi día a día para mejorar el entorno en el que me desenvuelvo?
  • ¿Tiendo a evaluar las consecuencias de mis decisiones y soy generoso en mostrarme trasparente con mis colaboradores?

Si estas mismas preguntas se las hiciera a sus colaboradores usted podría obtener un índice aproximado y modestamente fiable del nivel de generosidad que practica en su liderazgo. Le animo a hacérselas a usted mismo y a sus colaboradores porque es la única forma de saber si uno es percibido en la práctica como cree ser. Convengo en que es un ejercicio bastante puñetero cuando los resultados no acompañan, pero resulta necesario y útil cuando se trata de conquistar el enorme reto de crecer interiormente.

Los líderes generosos actúan anticipándose a las necesidades ajenas con competencia y altruismo; les preocupa que alguien no llegue donde realmente su talento le puede hacer llegar y lideran iniciativas que contribuyen a construir entornos exigentes que mejoran el bienestar de las personas. Son líderes que tienen una motivación real por el desarrollo de sus colaboradores, muy relacionado con lo que el fallecido Juan Antonio Pérez López (IESE) denominaba el tercer tipo de motivación, la trascendente, que viene a ser la fuerza que nos lleva a actuar fundado en las consecuencias de esa acción para otras personas. Por eso, se preocupan y reflexionan sobre cómo sus decisiones producen un impacto en la organización, la sociedad y el medio ambiente.

Los líderes generosos son personas queridas, admiradas y respetadas por sus colaboradores.  Ser generoso significa, si me permiten el paralelismo, aferrarse a un cierto “egoísmo ético”, porque con la práctica de esta virtud se obtiene lo más valioso que puede hallar un ser humano en el viaje de la vida: una red profesional consistente y sólida basada en la confianza, el afecto auténtico e incondicional de sus colaboradores, AMIGOS -en mayúsculas-, el resultado de ver que con tu trabajo hay más personas satisfechas, motivadas y felices y, también, construir un entramado de personas a las que ayudaste (sin pedir nada a cambio) y que difícilmente permitirán que te caigas en los peores momentos de tu vida, que con total seguridad se producirán cíclicamente (y, por regla general, vendrán juntos).

En este análisis, siempre podemos recurrir como ejemplo al personaje Ebenezer Scrooge en la magnífica obra de Dickens “Cuento de Navidad, que después de analizar y vivir en persona el impacto tóxico de su avaricia, no dudó en rectificar y tomar decididamente el camino de la generosidad. Les invito a ser generosos y a tener bien presente esta cualidad humana cuando algunos de ustedes vayan a promocionar o seleccionar a alguien para un puesto de responsabilidad en su organización. Una cultura ética que atraiga el verdadero talento se desarrolla necesariamente con la inclusión de líderes que sobresalgan por su generosidad.

Gracias por su atención (y generosidad por haber llegado hasta el final 😊).